Niegan que aeronave se haya salido de su trayectoria

México, 5 Nov (Notimex).- El director del Servicio de Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam), Agustín Arellano, explicó que la trayectoria, altitud y velocidad de la aeronave se encontraban dentro de las normas establecidas en los procedimientos de llegada al Aeropuerto Internacional Benito Juárez Ciudad de México (AICM), por lo cual negó que en algún momento se hubiera salido de trayectoria.
"La aeronave, explicó Agustín Arellano, cumplió con los reportes de posición autorizados con los servicios de control de tránsito aéreo".
En conferencia de prensa acompañado del secretario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, dijo que de acuerdo con el audio del centro de control se pudo determinar que en el espacio aéreo no hubo tráfico que impidiera la llegada de la aeronave accidentada, en la murieron el funcionario federal y otras personas.
Descartó que el piloto del Learjet 45 donde viajaba el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, hubiera hecho una llamada de emergencia al centro de control del aeropuerto capitalino.
Durante la conferencia, destacó que estos datos contenidos en la caja negra del Learjet 45 no pueden ser manipulados, porque hay códigos de seguridad en el tiempo del sistema que impiden cualquier manipulación.
Al término de la rueda de prensa, el titular de la SCT hizo un llamado de paciencia hasta conocer toda la información de la caja negra del avión, a partir de la cual se conocerá a detalle las condiciones en que se operó el vuelo.
Téllez Kuenzler especificó que el análisis de esta información llevará tiempo, "vamos a tardar en tener las investigaciones técnicas que llevan a cabo los investigadores de Aeronáutica Civil, es un proceso largo que lleva tiempo".
El funcionario federal confirmó también que la aeronave fue vigilada en todo momento por elementos de seguridad durante su estancia en San Luis Potosí, motivo de la gira de trabajo del secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño.

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Accidente o atentado, falló la seguridad (Salvador García Soto)

Empiezan a surgir datos, hechos, evidencias de que la trágica muerte de Mouriño estuvo rodeada de graves fallas en los protocolos para los funcionarios de alto nivel
Mientras Calderón se debate entre el duelo personal de perder un amigo y la apremiante decisión de un nombramiento que será clave para lo que resta de su gobierno (que todo indica se dará hasta el viernes), muchas versiones y especulaciones campean sobre la tragedia que costó la vida a Juan Camilo Mouriño y al menos a 12 personas más, entre funcionarios y civiles.
Si bien ninguna hipótesis puede descartarse, fue el propio Presidente quien ordenó que se investigue a fondo qué pasó y abrió el abanico de causas más allá del accidente. Y así empiezan a surgir datos, hechos, evidencias de que la trágica muerte de Mouriño estuvo rodeada de graves fallas en los protocolos de seguridad obligatorios para los funcionarios de ese nivel y de los que es responsable el Estado Mayor Presidencial.
Al menos dos de esos protocolos obligatorios, especialmente en el momento de violencia por la guerra contra el narcotráfico, no se cumplieron o se relajaron de tal modo que pudieron vulnerar la seguridad de los funcionarios.
El primer protocolo que no se cumplió, a decir de expertos militares, fue el nulo resguardo que existió en el aeropuerto de San Luis Potosí, durante la llegada y el abordaje de regreso del secretario de Gobernación. En medio de una guerra declarada como la que se vive contra el narco, el Ejército debió estar cuidando en todo momento la terminal aeroportuaria, y en las imágenes que se difundieron del abordaje de regreso de Mouriño no se observa ningún resguardo militar.
Fue hasta las 20 horas del martes, una vez confirmada la muerte de Juan Camilo, que efectivos del Ejército llegaron a acordonar el aeropuerto junto con los peritos de la PGR que comenzaron a buscar evidencias en el lugar. ¿De quién fue la omisión?
La segunda falla grave de seguridad fue permitir que dos funcionarios del nivel del secretario de Gobernación y el ex fiscal antidrogas, José Luis Santiago Vasconcelos, viajaran juntos, en un mismo avión. Máxime cuando sobre el ex titular de la SIEDO pesaban conocidas amenazas de muerte del narcotráfico e incluso hubo intentos de atentados del cártel del Golfo y otros grupos del narco en al menos tres ocasiones, la más reciente el 17 de enero de este año. ¿No sabían los militares del EMP que custodiaban a Juan Camilo que eso es uno de los protocolos básicos en su labor?
El jefe de ayudantes, del EMP, Julio César Ramírez Dávalos, recién nombrado hace unas semanas cuando se cambió al anterior militar encargado de la seguridad de Mouriño, también falleció en el choque, pero alguien debió advertir del riesgo que representaba un viaje con dos funcionarios de ese nivel a bordo de la misma aeronave.
En el Estado Mayor Presidencial debieran explicar qué sucedió y por qué no se siguieron los protocolos de seguridad en momentos en que, se sabe, el gobierno está inmerso en una confrontación abierta y escalada contra los grupos del crimen organizado.
No se sabe aún si esta tragedia fue producto de una falla técnica, un error del piloto o si hubo un atentado de por medio. Eso lo arrojarán las investigaciones que tendrán que ofrecer resultados rápidos y contundentes si no quieren que se generalice, como en otros casos, la percepción y las suspicacias que descalifiquen de entrada la versión oficial.
Pero lo que sí está claro es que, para el nivel de funcionarios que viajaban en esa aeronave, y en el contexto de guerra que se libra en el país contra el narcotráfico, hubo serias fallas en la seguridad. Y de eso tendría que haber responsables.

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Astillero (Julio Hernández López)

El mejor promotor de la hipótesis del atentado es el propio gobierno federal. La insistencia oficial en que no hay cabida más que para pensar en lo accidental ha generado una rápida propagación del espectro de las conspiraciones, con material especulativo que va desde las dudas respecto de la verdadera identidad de los irreconocibles restos calcinados hasta las razones políticas que habrían estado detrás de las presuntas maquinaciones en las que, según esos ánimos públicos desatados, habrían podido participar intereses petroleros traicionados o venganzas de narcotraficantes (sobre todo por la detención de El Rey Zambada), o maniobras de falsa desaparición para luego disfrutar riquezas acumuladas, e incluso ajustes internos de cuentas o pleitos despiadados entre derechistas desesperados por seguir en el poder. De la aparición de esas y otras variantes de la imaginación colectiva ha de responsabilizarse al mal manejo de la crisis del Learjet que ha hecho la administración felipista, en particular su nada confiable secretario de comunicaciones y transportes, el transexenal Luis Téllez, que produce suspicacias en la misma proporción en que se ha aferrado desde unas horas después del accidente aéreo a instalar la teoría del tirador solitario, perdón, del accidente como opción solitaria, sin practicar la necesaria apertura a todas las variables que un investigador honesto y sin consigna habría de mantener cuando menos durante el lapso inmediatamente posterior a un suceso tan altamente polémico. Y la rapidísima campaña de información internacional organizada por la normalmente lenta y aguada cancillería, como si una orden superior estuviese conminando a ciertos subordinados a luchar para asentar con fuerza la idea del accidente como posibilidad única.
Otra falla evidente del felipismo es la pretensión de transmutar un pasivo político de horas atrás (el secretario de gobernación en vías de ser reacomodado, el conflicto de intereses en el tema de los negocios petroleros, el padre protegido en indagaciones sobre lavado de dinero) en un activo al que mediante homenajes de cúpula y certificados postmortuorios de buena conducta se busca convertir en una especie de héroe panista de la desmemoria cívica, en ejemplar caballero andante de la hipocresía que para no perturbar los convencionalismos fúnebres prefiere olvidar el historial de ciertos difuntos para centrarse en aspectos que con benevolencia son maquillados, descafeinados u ocultados. El PAN-gobierno está usando la muerte de uno de sus personajes más cuestionables para tratar de construir un presunto mártir en tiempos previos a las elecciones más difíciles para ese binomio decadente. Calderón está pensando en el grupo, en la facción, en los amigos y sus intereses (al respecto, Juan Manuel Rodríguez escribió a esta columna: “Calderón no dedicó ni una sola palabra de aliento o consideración por las víctimas peatonales del accidente. No ofreció hacerse cargo de ellas y su pena. Estaba ensimismado. Era el presidente de unos cuantos cuates, no de los mexicanos, como pretende ser. Por otra parte, sus palabras y su gesto no corresponden al impacto de una muerte accidental, sino al de un acto de guerra. Guerra que él declaró, sin consultarnos. Entonces, tal vez considera que los muertos peatonales son sólo daños colaterales. No respondió como el presidente de los mexicanos, sino como el presidente y gran cuate de Mouriño. ¿Responderá como Aquiles ante la muerte de Patroclo?”)
Devastado por el golpe directo a su círculo íntimo, sin la agilidad política necesaria, el michoacano deja que asuma provisionalmente la secretaría de gobernación el empresario lechero Abraham González Uyeda, el dueño del rancho de la zona conurbada de Guadalajara en donde se produjo el destape del entonces secretario de energía que luego sería despedido por un Vicente Fox que pretendió regañar por ese acto al entonces gobernador de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña, que siempre ha sido el verdadero jefe de González Uyeda, a quien pretenden convertir en 2009 en candidato plurinominal a diputado local para que coordine la fracción blanquiazul del congreso tapatío, mientras Ramírez Acuña busca la diputación federal de Zapopan para pelear la coordinación de la bancada panista en San Lázaro y, aunque usted no lo crea, intentar desde allí la postulación a la Presidencia de la República en 2012. La caída del jet que provenía de la plaza estatal vendida a los zetas también permitió maniobrar para abollarle un poco la corona al jefe mínimo de la contrarrevolución, Plutarco Elías Fox, que se organizó la llamada Cumbre San Cristóbal en el monumento a la corrupción llamado Centro Fox, donde se reunirían líderes pertenecientes a la Internacional Demócrata de Centro, pero a la cual ya no irá la plana mayor calderonista, dedicada a organizar los homenajes de hoy y el próximo domingo. Las puntualizaciones del caso fueron hechas por el aspirante al relevo en Bucareli, Germán Martínez, que desde allí comenzaría a tejer sueños presidenciales.